Sportivo
Italiano venció por la mínima diferencia
a Defensores Unidos en su propia casa y se coronó campeón ante una
multitud que se acercó con el fin de celebrar el regreso a la Primera B luego
de jugar dos años en la cuarta categoría.
Fue en todo
sentido el partido coronación de un equipo que tuvo momentos de muy buen futbol
(a veces demasiado exquisito para lo que suele verse en la Primera C) y otros
en los que debió sacrificarse más de la cuenta, sin importarle rasparse o
embarrarse.
Durante la
primera etapa del campeonato, tanto el técnico Mario Rizzi como algunos
jugadores debieron soportar críticas y reproches que supieron revertir en la
segunda parte del torneo gracias a la consolidación de un muy buen grupo, tanto
en lo humano como en lo futbolístico.
El capítulo
decisivo de esta historia pudo haber sido antes, pero los nervios le jugaron
una mala pasada en los encuentros anteriores y fue por eso que no dejaría pasar
una nueva chance ante el CADU, por lo que salió a la cancha a comérselo crudo y
así terminar lo antes posible con la consagración.
Los volantes
azzurros estaban muy activos y abrían constantemente a la defensa rival para
que los hombres más punzantes quedaran de cara al gol. Así fue que Heredia
recuperó una pelota arrojándose al pìso en la zona de la mitad de cancha,
siguió la jugada y Di Biasi definió tras un rebote frente al arquero.
Después de
la media hora de juego, Ravest vio la segunda amarilla y pese a quedarse con
diez, Italiano desperdició algunas jugadas claras como para ampliar la
diferencia ante un CADU que al principio pareció ser un simple invitado a la
fiesta del local porque no hacía pie, era desbordado y no encontraba el juego
de equipo, principalmente por la ausencia o casi nula conexión entre los
volantes y los delanteros.
Luego del
descanso, el ingreso de Maxi López y una participación más activa de Peralta
Cabrera insinuaron la posibilidad del empate por parte de los zarateños, pero
el uno local se encargó de opacarlo.
Con el
correr de los minutos, las ganas de la visita por empatar lo expusieron
demasiado atrás, principalmente a su arquero y dejándole casi media cancha
libre a un rival que a partir de su solidez defensiva se animó a algunos
contragolpes que increíblemente no terminaron en goles de Rojano o de Oviedo,
sino terminaba dos o tres goles arriba.